(*) Nació en 1978, es corrector de estilo, escritor por encargo y redactor y columnista de este suplemento.
1) ¿Qué error le molesta más advertir en un texto literario? ¿Cuál es el último que halló en el libro que está leyendo o que acaba de leer?
-A pesar de ser corrector me molestan más los errores de registro que los ortográficos, sintácticos o de tipeo. Me molesta mucho cuando el autor está más interesado en demostrar cuánto sabe él o cuánto ha leído que en contar la historia. Los escritores narcisistas son, por lo general, pésimos escribiendo.
2) ¿Qué situación de su vida cotidiana encontró reflejada con sorpresiva exactitud en un libro, una película, una canción o cualquier otra obra de arte?
-En el cuento de Abelardo Castillo “Macabeo”, el chico judío dice (o piensa, ahora no recuerdo): “Eso era el miedo entonces, cinco mil años de miedo”. Cuando leí ese cuento recordé exactamente lo que había sentido de chico al descubrir el miedo en una situación distinta pero idéntica en sensaciones. El miedo ancestral es horrible, el que va más allá de la propia circunstancia particular y se funda en la prehistoria de uno.
3) ¿De qué lugar, personaje común o circunstancia en general que ofrece Mar del Plata se apropiaría para incorporarlo como pasaje central de alguna de sus obras?
-La vieja estación de ferrocarril y el pasaje que bordea las vías desde los andenes hasta la harinera que comienza en la calle Chile, la parte de atrás de la harinera y el mercado de frutas, con las vías y los pastizales, las ventanas altas y sucias de los galpones y las luces pobres y tenebrosas en días de invierno.
4) ¿Cuál es el mejor diálogo que recuerda entre dos personajes de ficción?
-Estoy entre el capítulo 20 de “Rayuela”, en el que Oliveira y la Maga parecen terminar con la relación. Y el diálogo entre el ciego y el anfitrión en el cuento “Catedral”, de Raymond Carver, cuando el anfitrión prende el televisor y el ciego dice que tiene dos televisores, uno en colores y otro en blanco y negro, y que sabe distinguirlos.
5) Si le permitieran ingresar en una ficción y ayudar a un personaje, ¿cuál sería y qué haría?
-Ayudaría a Guillermo de Baskerville y a Adso de Melk en sus aventuras en “El nombre de la rosa”, sobre todo a salvar libros de la biblioteca cuando se incendia.
6) ¿Recuerda haber robado un libro alguna vez? ¿Cuál o cuáles?
-El gran escritor marplatense Julio Alfonso una vez me prestó “Poemas de la consumación”, de Vicente Aleixandre, y “Otoño imperdonable”, de María Elena Walsh, murió antes de que pueda devolvérselos, no sé si es un robo, pero son el único recuerdo material que me queda de un amigo entrañable, no pienso deshacerme de esos libros nunca. Y en cuanto a algunos otros libros que llegaron a mis manos, digamos que estoy tardando varios años en devolverlos.
7) Un extraño hongo se esparce por su biblioteca y consume de manera irrefrenable los libros. Sólo dispone de unos segundos para actuar y salvar a tres de ellos. Lo que usted hace para ganar tiempo es arrojar a la voracidad del hongo a otros tres libros. ¿Cuáles serían los sacrificados y cuáles los salvados?
-Sacrifico “Martín Fierro”, porque es el único libro que estoy seguro de que se puede reconstruir oralmente, “Cuentos para pensar”, de Jorge Bucay, porque empieza mintiendo desde el título, y cualquiera de los míos, porque aunque me cueste podría reescribirlos y si no pudiera no me importaría demasiado.
Salvo “La gran aldea”, de Lucio Vicente López; “Historias de cronopios y de famas”, de Julio Cortázar; y “El nacimiento de la tragedia”, de Friedrich Nietzsche.
8) Se le concede la extraordinaria excepción de hacerle una única pregunta a uno de sus tantos escritores predilectos. ¿Qué le preguntaría?
-A Oliverio Girondo ¿cómo hago para escribir como vos?